El cancer paralizante


“En una célula cancerosa, los circuitos que limitan el crecimiento celular se rompen, por lo que ésta no puede dejar de crecer.”  “… esto permite a la célula cancerosa, crecer, prosperar, adaptarse, recuperarse, repararse, VIVIR a costa de nuestra vida.” (El emperador del mal, Siddhartha Mukherjee)

En nuestra vida cotidiana, en nuestras relaciones personales, en nuestro desarrollo profesional, siempre al momento de tomar decisiones es normal sentir un poco de miedo, de inseguridad y es ese mismo miedo el que nos impulsa, nos motiva a vencerlo y a seguir adelante, yo le llamo “el miedo que activa”.

Ese miedo que activa, es aquel que logramos limitar, vencer, aquel que es superado por la esperanza, por la fe, por la promesa del fin último, del éxito al final del camino, de la princesa que espera detrás del dragón.

Sin embargo hay ocasiones en que ese miedo rompe los límites y lo dejamos crecer y crecer a tal grado que en lugar de motivarnos nos paraliza, nos amarra, y se come poco a poco nuestra fe, nuestra esperanza, nuestros sueños, nuestra vida.

El miedo paralizante nos roba oportunidades de vida,  como la adrenalina de subirnos a la montaña rusa, la libertad de viajar a lugares desconocidos, el amor en el roce de la persona que nos gusta, la satisfacción de haber obtenido ese puesto tan deseado, la alegría de aprovechar al máximo hasta el último minuto a pesar de esa enfermedad que nos esta matando.


Pero el miedo más peligroso, es el miedo a ser yo mismo, porque ese miedo mata mi fe en mí, en que puedo ser mejor ser humano, que puedo ser y dar vida;  mata mi capacidad para alcanzar mis sueños, y que los dejo de compartir por el miedo a la crítica, a escucharme tonto y es entonces que dejo de soñar; y la vida pierde sentido y no hay razón para amar, para luchar, para creer, para seguir. Ese miedo es el que mata, y ese miedo es el que hay que vencer.

Ese miedo se vence volviendo al centro, a reconocer la esencia de mi ser, de mi vida, a lo que me hace ser y reconocerme parte importante de una creación perfecta, de un Dios que me ama infinitamente, aún en mis defectos y debilidades, por que el siempre cree en que puedo ser mejor.

De Vuelta al centro.


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