El vuelo de Ícaro.
José Adalberto Galván Galindo
Cuenta la mitología griega que Ícaro era hijo de Dédalo
y que ambos habían sido encerrados en el Laberinto del Minotauro, por Minos.
Dédalo enseña a su hijo a hacer unas alas con plumas
y cera y lo enseña a volar para poder escapar juntos de la Isla, al tener cada
uno sus alas y estar listos para partir, Dédalo le dice a Ícaro, que no volara
muy bajo porque la brisa del mar mojaría las alas y que tampoco volara muy alto
porque el sol derretiría la cera que unía las plumas de sus alas.
Ícaro orgulloso no hizo caso y voló muy cerca del
sol, cuyos rayos derritieron sus alas y cayó al mar.
Al recordar esta
historia, gracias al cuadro de la foto, hice un paralelismo del vuelo de Ícaro,
con mi vida, he volado a veces muy cerca del suelo, de mis instintos, de mis
debilidades, que al mojar mis alas me impiden seguir volando, me atrapan en el
mar, otras tantas he volado muy cerca del sol, del querer saber todo, controlar
todo, dominar todo, y termino quemando mis alas en mi propia soberbia.
Los mejores
momentos de mi vida han sido aquellos en los que encuentro el equilibrio y
conecto mis pasiones con el conocimiento, mi corazón con mi mente, y los enfoco
en mis objetivos y es entonces que solo me dejo llevar, extiendo mis alas y con
el impulso que me brinda el centro entre el cielo y el mar puedo simplemente
planear y llegar a donde quiero, a la mejor versión de mí mismo, a lo que soy,
para lo que fui creado. Al ser humano que se reconoce como tal, como parte de
un todo, y en armonía con ese todo, a ser un hijo amado por Dios.
Mí pasado me enseñó
a construir mis alas, me dio la enseñanza, me dio la práctica, en la cual
muchas veces caí, tuve fracasos, sentí dolor; en este aprendizaje vi caer a mi
lado a otros que como yo habían hecho sus alas y vi como algunos renunciaban a
volver a intentarlo y seguían perdidos en el laberinto y como otros tantos se volvían
a levantar y a intentarlo nuevamente; vi a muchos despegar su vuelo libre pleno; a muchos otros, incluso, los vi llegar a su
destino y trascender hasta la plenitud, a mi padre, a mi sobrino, a mi abuela,
a mi amigo. Y descubrí que no hay edad para volar, pero lo importante es cuanto tiempo de tu vida viviste ese vuelo en plenitud.
Nuestro paso por
esta vida es ese aprender a volar y descubrirnos seres humanos con la
capacidad de reconocernos únicos y como tal con una misión única en esta vida y
que al volar y compartir ese vuelo con otros a nuestro alrededor buscando trascender,
consiguen hacer lo que llamamos milagros, es entonces que me vuelvo milagro, es
entonces que el éxito como ser humano llega y se ve en todos los ámbitos de
nuestra vida, personal, profesional y familiar. Y es entonces que aquellos que volaron plenamente nos inspiran y trascienden incluso después de su vuelo.
Y quizá algunas
ocasiones volemos muy bajo y otras nos acerquemos mucho al sol, es parte del
proceso y es parte de buscar siempre mantenernos de vuelta al centro.
¿y tú hacia dónde
quieres volar hoy?
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